Una hermosa melodía,
interpretada por el violonchelo, nos
muestra su delicada danza en el agua. El
piano acompaña sus movimientos entrelazando dos interpretaciones diferentes:
una de ellas dibuja el suave vaivén de la superficie del agua, mientras la otra despliega de manera sutil unos acordes cual gotas que caen
pausadamente.
Resulta inevitable comparar
el aleteo de los cisnes, su blancura y la finura de sus movimientos con una
bailarina de ballet. Sobran las palabras. ¡Las imágenes y la música nos hablan
por sí mismas!
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